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Frases de Georg Christoph Lichtenberg

Frases de Georg Christoph Lichtenberg

Fue un científico y escritor alemán. Fue profesor de la Universidad de Gotinga.

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Los modales requieren tiempo, y no hay nada más vulgar que la prisa.



Me encanta horror, me encantan las películas de terror, me encanta los thrillers. Si las cosas se deslizan hacia fuera y que asustar? Me encanta.



La Biblia es una revelación de la mente y la voluntad de Dios a los hombres. En ella podemos aprender lo que Dios es.



Dios no está presente en los ídolos. Sus sentimientos son su dios. El alma es tu templo.



No malgastes tu tiempo, pues de esa materia está formada la vida.



Creo que haría falta un tramo real para pensar que he causado los problemas de la economía.



El alma humana necesita la belleza real más que pan.



Estoy convencido de que uno no solo se ama en otros, sino que también se odia en otros.



El buen Dios ha de tenernos en verdad mucho cariño para acercarse siempre a nosotros con un tiempo tan malo.



Querer deducir ciertas cosas de la sabiduría de Dios no es mucho mejor que hacerlo a partir del propio entendimiento.



Los indios denominan al Ser supremo Pananad o el Inmóvil, porque a ellos mismos les encanta holgazanear.



Dios creó al hombre a su imagen significa, probablemente, que el hombre creó a Dios a la suya.



Una nación que quiere agradar a todos, puede ser despreciada por todos.



Los santos esculpidos han ejercido en el mundo mucha mayor influencia que los vivos.



El matrimonio, al contrario de la fiebre, comienza con calor y termina con frío.



El amor es ciego, pero el matrimonio le restaura la vista.



Nada nos hace envejecer con más rapidez que el pensar incesantemente en que nos hacemos viejos.



La idea de que en el cielo hay una mayor igualdad de clases es lo que, en el fondo, l0 hace tan agradable a los ojos de los pobres.



Ciertos hombres de mal corazón creen reconciliarse con el cielo cuando dan una limosna.



A la gloria de los más famosos se adscribe siempre algo de la miopía de los admiradores.



No te dejes contagiar, no des ninguna opinión como tuya antes de ver si se adecúa a ti, mejor opina tú mismo.



Es muy cierto que gran parte de los hombres que son incapaces de amar tampoco valen mucho para la amistad. Pero también se ve menudo lo contrario.



Intentar modificar el carácter de un hombre es como tratar de enseñar a una oveja a tirar de un carro.



Nada revela mejor el carácter de los hombres que una burla tomada a mal.



La costumbre es, en muchos casos, mala consejera. Hace que tomemos la injusticia por justicia y el error por verdad.



Hay un estado, que al menos en mi no es muy raro, en el que uno soporta igualmente mal la presencia o la ausencia de una persona amada; al menos en la presencia no encuentra el placer que, a juzgar por la intolerabilidad de la ausencia, debería esperar de ella.



El pueblo anhela oro y distinciones, y se sentiría timado si los tuviera. Entre los grandes también se ha puesto de moda envidiar al campesino su agua de manantial y su jergón de paja, y más de uno se sentiría asimismo timado si llegara a verse en ese estado. El poeta alude a un ideal, se dirá. Pero quién sabe si el campesino no idealiza a su vez el estado del gran señor.



Es casi imposible llevar la antorcha de la verdad a través de una multitud sin chamuscarle la barba a alguien.



Resulta imposible atravesar una muchedumbre con la llama de la verdad sin quemarle a alguien la barba.



La Revolución francesa, obra de la filosofia. Pero qué salto desde el "cogito ergo sum" hasta el primer grito de "A la Bastille!" resonando en el Palais Royal. Para la Bastilla fue la trompeta del Juicio Final.



Todo el mundo admite que las historias obscenas que uno mismo escribe, distan de tener un efecto tan peligroso como las escritas por otros.



El renombre y el reposo no compaginan.



Puedo imaginarme una época a la que nuestros conceptos religiosos le resulten tan extraños como a la nuestra el espíritu caballeresco.