Frases de Pablo Escobar

Las mujeres necesitamos la belleza para que los hombres nos amen, y la estupidez para que nosotras amemos a los hombres.
Cómo tener confianza de una mujer que le dice a uno su verdadera edad. Una mujer capaz de decir esto es capaz de decirlo todo.
Un ejército de ciervos dirigido por un león es mucho más temible que un ejército de leones mandado por un ciervo.
Sostengo que quien infringe una ley porque su conciencia la considera injusta, y acepta voluntariamente una pena de prisión, a fin de que se levante la conciencia social contra esa injusticia, hace gala, en realidad, de un respeto superior por el derecho.
Y el corazón que es lo más pronto despierta a las flores siempre es el primero en ser touch'd por las espinas.
La culpa en la conciencia, como el óxido en hierro, tanto profana y lo consume, royendo y arrastrando en ella, como que hace que al final se come el corazón y la sustancia del metal.
Para que Dios hable al corazón es una experiencia majestuosa, una experiencia que la gente puede perderse si monopolizan la conversación y nunca se detienen a escuchar las respuestas de Dios.
Desde el corazón de la fuente de la alegrÃa se eleva un chorro de amargura que nos tortura entre las mismas flores.
Incline el cuerpo un poco hacia adelante para apoyar la guitarra contra el pecho, de la poesÃa de la música debe resonar en su corazón.
En la cruz Dios envolvió su corazón en carne y hueso y que sea clavado en la cruz por nuestra redención.
Soy rubia y bronceada y tamaño normal! Soy dulce, tÃmida, divertida, tiene un gran corazón y soy agradable - y me gusta comer.
Esto está en el corazón de toda buena educación, donde el profesor pide a los estudiantes a pensar y que se dedica a fomentar el diálogo, en constante verificación de la comprensión y el crecimiento.
Uno vive con tantas malas acciones en la propia conciencia y algunas buenas intenciones en su corazón.
La felicidad de nuestro propio corazón por sà sola no puede satisfacer el alma, uno debe tratar de incluir, cuando sea necesario para la propia felicidad, la felicidad de los demás.
Ninguna persona que he conocido, ni siquiera el más justo o puros de corazón, ha pasado sin esos momentos en que la fe retrocede en el ajetreo de la vida.